domingo, 11 de abril de 2010

Desear algo siempre implica un riesgo.

Ha habido más de una noche en los últimos meses que me he levantado en mitad de la madrugada completamente desubicado, desconcertado y algo sudoroso preguntándome donde me encuentro, con el miedo y angustia inicial que esto provoca. He abierto los ojos rápidamente, he levantado el tronco hasta formar un ángulo de 90º con mi cadera y he comenzado a mirar a mi alrededor esperando que el ojo se acostumbre a la oscuridad profunda de la habitación y me insinúe los perfiles de los objetos que me rodean. Con cierta conciencia busco la luz roja de los números digitales del despertador pues siempre me ayuda para volver a ubicarme en la noche.
Comienzo a pensar que lo anterior es un efecto normal causado por el hecho de que en unos 15 meses he dormido en casas, camas, habitaciones, ciudades e incluso países muy diferentes. Me he movido mucho últimamente, he comprobado empíricamente la ley que nos advierte de que una acción causa una reacción y, sin duda, el primer movimiento que hice hace año y medio ha cambiado mi vida por completo. Llevo cuatro mudanzas en el último año y tres meses y voy a por la quinta dentro de dos, eso me da una media de una residencia nueva cada cuatro meses y para hacerlo más complicado si cabe he cambiado de país, continente, lengua, clima e indudablemente de cultura.

Hice esta foto el dos de enero de este año, salía de cepillarme los dientes en la casa de mi hermano en Washington DC y, al acercarme a la habitación la puerta entornada me mostraba mis efectos personales bien ordenados y dispuestos encima de la cama para ser metidos en mi mochila. Había disfrutado de parte de las navidades con él y enseguida cierta tristeza me embargó pues llevaba tiempo con la necesidad de sentirme en casa y él, siempre consigue que me sienta en ella. Esa maleta representaba el partir y volver a terreno ajeno aunque al mismo tiempo marcaba la hora de comenzar a trabajar para conseguir uno propio.
Los que bien me conocen saben que soy de los que gusta negar en ocasiones cosas que parecen más que evidentes y demostradas aunque, la mayoría de las veces lo hago por el placer de generar debate e intercambiar ideas; defecto que me ha generado más de un sonrojo. Hoy no voy a negar la clara evidencia de que el hombre es un ser sociable y busca encontrar un asentamiento donde realizar su vida en sociedad. Yo afortunada o desafortunadamente todavía no lo he encontrado aunque, nadie me puede negar que no lo intente con ahínco. Soy consciente de que por un lado el carecer de residencia fija ofrece millones de oportunidades si las buscas, como todo en esta vida. Te da completa libertad y te permite estar abierto a tomar multitud de decisiones y cambiar tu vida en un instante o hacer de ella algo especial que nunca hubieras pensado hacer o, simplemente lo contrario. Un ejemplo claro es lo que hoy vivo y pretendo. Hace dos años hubiera tratado como a un loco a todo aquel que simplemente hubiese insinuado que lo que estoy haciendo hoy sería posible.
Una vez dicho esto, también es cierto que cuando estas en esta situación debes lidiar con el sentimiento de soledad que genera la incertidumbre de no saber donde estarás mañana, saber que estas de paso, no tener una visión de cierta permanencia, momento de despedida constante. Hay miedo a tomar decisiones que te alejen de todo lo que has conocido hasta ahora o, la sensación, poco tranquilizadora, de no tener ninguna propiedad palpable todavía.
Son muchas las sensaciones y sentimientos que albergo, sin duda unos días me fascinan y motivan y otros me generan angustia y temor. Son pocos los términos medios, los grises o los caminos del medio existentes en mi vida a día de hoy. Como hace un año sigo sintiendo todo con una fuerza exagerada e inusitada, me sigo emocionando por millones de cosas tanto pequeñas como gigantescas, no puedo evitar en ocasiones derramar alguna lágrima o dibujar la sonrisa del que sabe que algo increíble le espera a la vuelta de la esquina. No sé si soy extremadamente frágil y vulnerable o capaz de empresas gigantes e inabarcables: ¿coloso o liliputiense? … posiblemente ninguno. La idea de que nunca he demostrado gran cosa o que, no tengo todo aquello que pensaba que tendría a esta altura del camino muchas veces me entristece aunque nunca me derriba. También, comienzo a darme cuenta de que puedo hacer algo especial e inimaginable y la vida me esta dando esa oportunidad, una vez más, es mi decisión ir a por ello si lo deseo.
Desear algo siempre implica un riesgo.