viernes, 25 de junio de 2010

Un año en palabras.

Escribo ya desde DC una vez abandonada mi estancia en Minnesota hace casi una semana. Me despido después de dejar una parte de mí allí, de saber que no ha sido un año más, que no me fui como llegue. Y quiero, antes de que esta frágil memoria humana que tengo de paso a las nieblas y lagunas en los recuerdos de este viaje poner algunos en azul sobre blanco.
Todavía se encuentra nítida en mi mente la despedida de Madrid hace casi un año, la noche anterior en la que no dormí y luego, mis hermanos, madre y amigos despidiéndome en Barajas sin saber muy bien cuando volveríamos a reunirnos. Lejos esta aquel primer momento en Estados Unidos, el corto fin de semana en Nueva York, sus días fueron grises, nublados y tristes pero sus calles y gentes imponentes y de un atractivo irrefutable. Nueva York tiene una deuda conmigo y yo con ella, debemos encontrarnos de nuevo. La primera llegada a la terminal Lindbergh en St Paul-Minneapolis, el total desconcierto, desconocimiento, extrañeza y poco entendimiento del inglés, anduve perdido varias semanas subiéndome a un coche sin saber donde iba. Al día, mi primer encuentro con los que eran extraños entonces, todos venidos del continente latinoamericano: tres colombianos, un guatemalteco y una costarricense. Ahora compañeros de viajes, fatigas, risas y experiencias, buenos amigos.
El inicio de la rutina en el colegio, en las clases de inglés, las largas conversaciones en el autobús que nos llevaba en la tarde y nos traía de noche a casa con Adriana, Manolo y Camilo. Ese tiempo nos permitió empezar a conocernos, a crear lazos. En los primeros meses: Chicago, mi tercera parada y primera prueba de fuego, tenía que saber como había evolucionado después de la experiencia en Nueva York, prueba aprobada con nota media. Recuerdo el disfrutar del turismo en soledad, de la introspección, de la libertad, una ciudad que me enamoró. La inscripción en la universidad de St Thomas y sus primeras semanas, la espera en su cafetería a que empezase la clase, el paseo por el Campus y la tienda, el café en la mano, la tensión y estrés por la espera del juego grupal que se hacia en el aula, el no entender mucho, los chistes del profesor, las risas de los estudiantes y yo, callado. No olvido la mañana de Halloween, la conversación por skipe que supuso la ruptura con mi lazo en Madrid y nuestro diario, la consecuencia: seguir el camino solo. La rutina en el colegio, sus primeros meses, mi amoldamiento al día a día. Los cines, Target y cervezas en Appelbees con mis amigos los fines de semana. Nuestras risas, historias, anécdotas y ambiciones. El éxito de mi hermano después de dos meses buscando trabajo en los Estados Unidos, la alegría de su consecución, el respeto y la admiración por su sacrificio, determinación y buen hacer. Las consecuentes navidades en Washington DC con él, culmen inmejorable a un año espectacular de crecimiento personal, la construcción y asentamiento de mi vida y mundo individual. Si José Luis, al final tenías razón, fue un gran año. La vuelta de Rachael, su apoyo incondicional en los peores momentos, su generosidad, confianza y confidencia, a la larga imprescindible, espero amiga para el resto, gracias. La vuelta al trabajo y la cercanía de mi cumpleaños, momento cada vez más difícil de asumir. Cumpleaños en Wisconsin, la cervecería LakeFront, We closed Wolskis y el black jack matinal, siempre muy bien acompañado, gracias. El email de mi hermano menor haciéndome ver sin darse cuenta de la bonita realidad que vivía, comparar el regalo ingrato y amargo de cumpleaños del 2009 y el regalo esperanzador del 2010, gracias. La sorpresa en el club de fotografía por el talento de los estudiantes, mi entusiasmo en los proyectos, la aportación en los temas, seguir profundizando en mi afición. Mi rencuentro con mi segunda tierra once años después, mi querida tía y su estimado marido, mi prima, sus amigas, El Morro de San Juan. El duro paso por cuarto grado, el aprendizaje, análisis y esfuerzo psicológico. Las clases de inglés, mi mayor fluidez y confianza hablando, la satisfacción de comunicar, los compañeros de mil partes del mundo, los certificados en reading y listening. El Springbreak, el reencuentro con mis padres, su generosidad, su cariño, su apoyo e impulso, gracias. Mi hermano, mi cuñada, mis sobris. La cercanía, las bromas, la tranquilidad, el amor sincero, la barbacoa, gracias familia. La vuelta a la realidad, Cindy y nuestras conversaciones en inglés y en español, el café, una nueva amistad. Suma de incomprensiones, de formas de ser, de expresar, de escribir y de sentir, choque cultural. Momento difícil y triste, una suma más de esta impagable experiencia. Mi hermano menor y su boda, mi querida no cuñada ahora cuñada, ambos son gran parte de mi Madrid, sus calles son recuerdo del refugio y abrigo que necesité. Los buenos amigos y excompañeros de trabajo, nuestras conversaciones, bromas, intimidades, por desgracia el viaje fue corto, rápido e insuficiente. El ver de nuevo al Gato que vive en General Haya, sus exigencias, su mirada pícara, su fuerza, nuestra imposibilidad, nada cambia. Una boda perfecta, felicidad plena, broche final del 2009 para mi hermano, aunque cinco meses después. Reunión familiar, tíos y primos, nuestra eterna complicidad, una conversación a las 8 de la mañana. La vuelta a la realidad, a Estados Unidos, a Minnesota, la recta final, quinto grado, mis aportaciones en clase, el crecimiento profesional, las secciones semanales, “hablando correctamente”, sentirme en parte como un fifthgrader más pues ambos abandonaríamos pronto Nuevas Fronteras. Las despedidas, recuerdos, promesas, bonitas palabras dichas y escritas, anécdotas, fotos, toma de conciencia del tiempo, final del año, abrazos, lágrimas, besos.
Los objetos ya son recuerdos del año que terminó, las personas ya son amigas para los venideros. Ahora Washington DC.