
No es mi intención hacer una crítica de la crítica de Nando Salvá, entre otras razones, por que me parece acertada aunque no la comparto completamente, sino hacer una pequeña reseña y juntarla con Tropa de Elite por considerar que plantean los mismos problemas desde posiciones muy diferentes, uno se vale de la ficción, el otro de la realidad.
En mi opinión y espero que en aquellos que hayan tenido la oportunidad de ver los dos filmes, existen equivalencias. Las dos plantean lo ambiguo del concepto ético que afirma que el fin no justifica los medios, hasta donde deben llegar los buenos para combatir el mal, critican la corrupción imperante en el sistema, que los buenos no siempre son tan buenos o la existencia en la sociedad de una moral difusa, cambiante e interesada. Lo que diferencia la una de la otra, entre otras cosas, son los contextos, sus realidades, he ahí el único reproche u observación que le haría al crítico de Cinemanía. Considerar que los problemas expuestos en Batman pertenecen o son propios de una época y momento concreto nacidos de los atentados del 11-S. Crítica por querer hacernos pensar o no poder ver que lo planteado no sólo se da desde tan trágica fecha sino desde que el mundo es mundo, antes de la existencia de los Estados, o incluso de pensadores como Haushofer, Mackinder, Bismark, Clausevich, Napoleón, Maquiavelo o Julio Cesar. Las relaciones internacionales, para bien o para mal, se rigen por mecanismos, instrumentos y principios que ponen en duda muchos de los valores que individualmente o de fronteras a dentro queremos defender, y consideramos personificar como ejemplo de comportamiento, convivencia y filosofía de vida.

Es cierto que desde el 11-S el mundo se ha mostrado más complejo, más violento, más peligroso; pero en la opinión del que aquí escribe, se debe más que como reacción a las guerras realizadas por la administración Bush - sin querer afirmar que no hayan ayudado -, al desarrollo normal de la caída o derribo - yo prefiero la segunda - del muro de Berlín que con el paso del tiempo ha ido consolidando la transición de un mundo bipolar a un mundo multipolar donde diferentes actores, con diferentes fuerzas e influencias actúan en base a sus propios intereses; muchos olvidan que EEUU fue agredido antes de ser agresor, la reacción viene de Norteamérica no del terrorismo islamista. El mundo bipolar más allá de la posibilidad de la guerra nuclear era un mundo más seguro, e incluso más estable, las decisiones las tomaban dos, dos protegían sus respectivos centros de poder y áreas de influencia que con el paso de las décadas cada vez estaban más definidas y delimitadas. Ahora países como Irán, Venezuela, China, Rusia, Corea del Norte, EEUU, UE o el dentro de poco eterno conflicto judío palestino hacen de este mundo un espacio más descentralizado, con espacios de poder e influencia más difusos y con más actores en pugna por ellos. Lo que si ha conseguido la administración Bush y gran parte de la población y opinión occidental con mucho gusto es deslegitimar a USA a la hora de actuar en el exterior, la causa de la libertad y la democracia ha terminado malherida y desprestigiada. Estados Unidos se encuentra con las manos atadas para defender sus intereses en el exterior, que en la gran mayoría de las ocasiones también son los de Europa y por tanto de occidente, lo creamos, o no, lo apoyemos o no. El reciente conflicto en Georgia es un claro ejemplo de cómo Europa es un actor sin fuerza y miedoso en el exterior más allá de amenazas de bloqueos comerciales. Llevamos mucho tiempo bajo las faldas de Norteamérica y considerándonos los polis buenos y morales de la pareja cuando en el fondo es incapacidad y cobardía lo que nos hace no actuar; lo peor es que parece que esta situación no va a cambiar.