jueves, 12 de marzo de 2009

Elecciones del 1 de marzo.

Sé que tengo con mis lectores el compromiso de publicar la segunda parte de Slumdog Millonaire pero la actualidad manda en muchos aspectos de la vida y las elecciones del 1 de marzo han generado una expectación y oportunidad única que puede además, desde una visión global podría cambiar el rumbo de muchas cosas que vienen siendo anomalías en este país todavía llamado España.
En 2001 muchos sentimos una profunda ilusión y expectación por la posibilidad de una victoria de los que desde entonces se denominan constitucionalistas en el País Vasco. El varapalo fue tan duro como grande era el anhelo; la derrota una vez más en las urnas del PP y PSOE aunados por Mayor Oreja y Nicolás Redondo me genero un hondo pesar y un descreimiento absoluto en las posibilidades de un cambio para una sociedad vasca que una vez más nos mostraba su inclinación al que considero uno de los grandes males de esta nación: el nacionalismo. Hoy sin embargo, ocho años después, la posibilidad es cierta, clara y obligada; el PSOE de Patxi López sin haber ganado las elecciones puede formar una coalición con PP y UPyD que le permite llegar a la Lendakaritxia. Es la hora de que los constitucionalistas cambien las cosas, el rumbo, la política, las instituciones, la sociedad. Y quiero hablar de cambio y no de ruptura, matiz muy importante del que no hemos olvidado desde hace ya muchos años. La coalición constitucionalista debe ser lista, precavida, observadora, despierta; el cambio se puede producir pero no será fácil. Treinta años de gobierno, cultura y amparo nacionalista no se cambia en cuatro años, es una sociedad acostumbrada a vivir con ciertas pautas, reglas y expresiones. Lamentaría que se quisiera cambiar todo en medio año, al igual que me entristecería que se perdiese la oportunidad de abordar los grandes cambios que necesita esta región.
La llegada a las instituciones de los constitucionalistas deben limpiar muchos espacios viciados por un nacionalismo que en treinta años ha sido incapaz, por no declarar aquí otras cosas, de terminar con el mayor problema que tiene, no sólo el País Vasco sino también España que es ETA. Todo el mundo sabe que la ertzaintza tenía órdenes claras de no detener a abertzales, que en el Parlamento vasco había partidos que defendían o no condenaban el asesinato, que las instituciones se han usado para enfrentar a españoles y deslegitimar la Constitución del 78.

Tengo la esperanza que el pacto PSE-PP en el País Vasco abra un nuevo camino de entendimiento entre los dos partidos mayoritarios a nivel nacional que tanto se necesita en estos momentos de crisis. También es cierto que no se vislumbra esta posibilidad, que tanto Rajoy como Zapatero mantienen un enfrentamiento constante, en mi opinión buscado por el presidente que siempre ha querido dejar claro que él es muy de izquierdas para evidenciar que el otro es muy de derechas. Es claro que el PNV ha dejado de ser un aliado en Madrid para Zapatero, y que CIU no se fía nada de éste desde la pasada legislatura. Al ejecutivo se le acumulan los problemas, la disyuntiva en la que se encuentra tiene una difícil solución si se sigue en la dinámica que viene dándose. El que aquí escribe piensa que sólo un gran pacto de Estado, que no decepcionaría a la mayoría, es la opción más acertada, más coherente, más equilibrada.
Es hora de que al País Vasco llegue la democracia, que la transición se complete y finalice. Pareto define la democracia como el cambio constante de las elites en el poder. Como toda definición de un objeto abstracto y complejo que se resume en media línea es inacabada y necesita de miles de matices. Siempre he pensado que en democracia el cambio de gobierno y dirigentes es positivo, es lo connatural al sistema, que la estabilidad no debe ser el único principio rector; aunque esto también podría ser largamente matizado y debatido.
En otro orden de cosas el triunfo claro del PP en Galicia y el no tan claro pero igualmente celebrado en el País Vasco me generan una preocupación que deseo sea resuelta con el paso del tiempo, por que la verdad detestaría tener que decir, en este caso, que tenía razón. Es una obviedad comentar que M. Rajoy ha salido reforzado de estos comicios, y aunque él dijo que si perdía el PP no era una derrota suya ya que no era él el que se presentaba parece que la victoria la asume gustosamente. Rajoy ha hecho suyas las victorias y ahora se siente reforzado dentro del partido y no creo que esto sea ni real, ni efectivo. Como dije más arriba la democracia es cambio en las elites dirigentes, y sumaría también la necesidad de asunción de responsabilidades; ya lo dije hace un año en éste mismo espacio (“Sobre el PP después de las elecciones”), Rajoy perdió las elecciones y debió abandonar el cargo, el que siga en él después de lo sucedido en la legislatura pasada no ayuda al entendimiento, no quiso y ha venido dando tumbos hasta hace diez días. Además no creo ni que haya subido en la valoración que tienen los españoles de él y tampoco creo que sea el político que pueda por si sólo, sin crisis, corrupciones, escándalos e ineficacias ganar a Zapatero. La verdad es que Rajoy no convence a la mayoría del electorado, es más no convence ni a la totalidad de su propio electorado, no crea ilusión en un proyecto, no es atractivo, no es cercano, no es un líder en el que yo crea. Para mis lectores de derechas, muy a mi pesar parece que estas victorias son pan para hoy y hambre para mañana como muy bien dice el refranero español.

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