domingo, 10 de mayo de 2009

Y en los bolsillos un espejo.

Hace algunos meses le dijeron que con él no había futuro, desde ese día buscaba, rebuscaba e incluso rascaba en sus bolsillos una respuesta a tan grave afirmación, a tan mal augurio. Nunca encontró nada en estos y por ello el miedo le sobrecogía y le agarrotaba. Una noche tras otra una cama solitaria con la única compañía de un libro, era todo lo que le esperaba en casa. Todas las mañanas el despertador le recordaba que seguía habiendo vida, que el sol cumple de forma castrense con su horario, no se para a pensar y menos se preocupa por los sucesos diarios que pasan bajo su guardia. Todas las mañanas abandonaba en las sabanas su estabilidad, su desvelo o su olvido, ya sólo quedaba eso en su colchón, nada más que eso. Hace algunos días volvió a mirar en sus bolsillos en busca una vez más de alguna respuesta y sorprendido sacó un pequeño espejo, la respuesta la encontró en el reflejo. Sólo estaba él, sólo él era el futuro, no había nadie acompañándolo y por tanto nadie más que él podía participar, decidir o definir cuál era su futuro. Levantó la cabeza y miró al frente, nada tenía pero nada debía, nunca fue más suya su vida por mucho que le costase darse cuenta de ello…

Mientras escribo el sol brilla y calienta con fuerza en Madrid, parece que ha comprado el mejor abono de la temporada primavera-verano desde donde ver impertérrito, sin nube ninguna que le pueda hacer sombra, lo que pasa en las aceras de la capital, cómo viven las gentes que forman la intrahistoria de esta España de los cuatro millones de parados y subiendo. El calor ha llegado y en ocasiones al girar la esquina olor a verano, todavía es leve, en ocasiones casi imperceptible pero ya comienzo a percibirlo, a esperarlo. Da la sensación de que la primavera esta avanzada, todo ha florecido de nuevo, lejos parecen las fuertes nevadas del crudo e inolvidable invierno. Los hombros, lo corto y la chancleta comienzan a dejarse ver, por el contrario mi estado es de un otoño constante, debate diario de que me pongo: gris o luminoso, de austeridad y seriedad en lo aparente pero barroco en el sentir, de cambio e indefinición.
Cambio y ruptura es el principio rector que conduce mi vida hoy, todo sentimiento o sensación me dura lo que se tarda en chasquear los dedos, puedo estar tan pronto triste como contento, felicidad es una estación en reconstrucción: “Sentimos las molestias. Trabajamos en las mejoras de su bienestar”. Nada de lo que hago hoy tiene carácter de posteridad, de hacerse añejo en el tiempo y al mismo tiempo e inevitablemente vivo en un momento de ruptura que definirá mi mañana. Comienzo, dentro de mi miopía actual, a vislumbrar un camino en el horizonte aunque su final se pierde en la inmensidad dejándome alguna duda. Las líneas que escribo aquí en breve serán simples reflejos de una época de mi vida, hasta hoy la más difícil sin duda, pero que dentro de un tiempo, meses espero, tal vez años podré releer para reír, llorar, pensar o simplemente entender mejor por que estoy donde este.
No puedo negar que vengo pensando que nunca llegué a tiempo a nada, sin embargo nadie podrá quitarme que terminé llegando; no puedo negar que nunca luché por nada con un esfuerzo desmesurado, pero hoy estoy dando la batalla más que nunca, centímetro a centímetro, día a día, paso a paso; no puedo negar que la vida me trató siempre con delicadeza, que siempre me arroparon aunque hoy paso frío y la vida me es áspera y ruda… sí, es cierto, no consigue ahogarme aún así: ¡como aprieta amigo!. No obstante me siento en un estado de constante melancolía y por contradictorio que parezca, al mismo tiempo, me encuentro más vivo que nunca, más sentido que nunca, todo por tonto que sea, por insignificante su pretensión me llega, me alcanza, lo siento como único, limitado e infinito, me llena los pulmones de aire fresco y renovado.
No hace muchos meses la vida en forma de mujer me dio a elegir dos opciones: hoyo u oscuridad, elegí la segunda sabedor de que no se puede vivir en tinieblas siempre, que el ojo termina adaptándose a la falta de luz, termina percibiendo cuanto menos las siluetas, que como dice N. Mainer “… siempre hay alguien que te echa una mano…”, el fondo es un piso al que nuca se debe llegar.
Para terminar y con cierta intención de excusarme por ser consciente de que mi constante uso de este espacio como modo de terapia -mis disculpas pero me resulta más sencillo expresar a través de la escritura que usando la palabra-, puede terminar siendo repetitivo o aburrido o las dos a la vez. Pero la verdad no me apetece mucho volver a adentrarme en el comentario político, entre otras cosas por que me genera una profunda tristeza ver el actual estado de cosas, de partidos, de electores, de políticos, de los sindicatos y por tanto no puedo jurar que volveré a la senda que abandone por motivos vitales hace algunos meses, o que combinaré los textos, además perdí de vista ese camino hace algún tiempo. Lo que no puedo hacer es faltar a mi palabra, no me gustaría, los que me conocen y me tratan saben que la tengo enorme aprecio y cuido con esmero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo,
he de darte la razón en tu afirmación de que resulta siempre más fácil comunicar escribiendo palabras, haciendo que la unión y el espacio entre las letras, ordenadas, juntas, puntuadas, traidas desde lo hondo de uno y expresadas con el único fin de cauterizar las heridas propias, sin más ánimo que ése, es más fácil, digo, que tener que emitirlas desde la garganta; pues hay palabras que se quedan cortas para decir (en su más literal sentido y significación) cómo demonios nos encontramos. Del mismo modo que hay otra clase de palabras por las cuales la garganta misma, las cuedas vocales, la glotis, el hueso ioides, y toda parte de nuestro cuerpo queda, si no rota, al menos en gran parte dañada tras emitirlas. Escribe, amigo, y haznos parte, mediante esta forma tan íntima que es el escribir, de ti y de tus circunstancias como diría Ortega.
Un abrazo, Señor Gris.