sábado, 15 de noviembre de 2008

Partidos políticos.

Escucho estupefacto la nueva polémica que al parecer existe en el PP: ¿quien será el candidato que encabece la listas de las elecciones europeas?, al parecer dos: Gallardón, que se encuentra en todas las quinielas haciéndonos ver que debe tener mucho tiempo libre o que para acaparar cargos siempre tiene tiempo, y Mayor Oreja actual cabeza de lista. Por lo que sé Aguirre ya se ha jugado 50€ en el programa 59” a favor de Mayor, echo que al parecer a todos los periodistas les dió a entender que la balanza se inclinará a favor de éste. Yo daré un dato más, no hay político en auge o con éxito que vaya a las elecciones europeas, sólo aquellos que caen en desgracia, inician su carrera o han perdido en elecciones de ámbito nacional van a Europa. Es más, los partidos tienen a su disposición cantidad de cargos para amigos o compañeros poco acomodados o incómodos para su partido; secretaría de Estado para Trinidad Jiménez después de haber naufragado en Madrid o ministerio para M. Sebastián que hizo lo mismo que la anterior, no es necesario ser electo para ostentar un alto cargo.

Ahora que vamos para treinta años de democracia somos más conscientes de los vicios de está, de por qué es el mal menor más que el bien absoluto. Nuestra democracia por mucho que nuestros representantes puedan presumir ha evolucionado muy poco, y en ocasiones las involuciones aunque menores posiblemente en términos numéricos tienen mayor alcance y profundidad que los avances. Zapatero, por ejemplo se las promete muy democrático y habla de una extensión de los derechos civiles gracias a su ejecutivo, sin embargo en la renovación del CGPJ de hace unos meses nunca se dió una intromisión política mayor por parte de los dos grandes partidos. ¿Queremos más derechos o más responsabilidades?

El sistema de partidos políticos y electoral es una referencia para medir el nivel democrático que existe en un país. Las listas cerradas y bloqueadas están generando efectos muy perniciosos en la democracia española. Hoy podemos ver el abandono del Parlamento por parte de nuestros representantes sin falta de motivación, echo a mi entender fundamental cuando se adquieren responsabilidades públicas. Pero no sólo esto también se muestra cada día más claro la gran importancia de los partidos representados en Cortes, estos son los jueces que permiten o niegan la posibilidad de participación en lo público, hay muy pocas cosas que se escapan ya a los partidos siendo los verdaderos partícipes del sistema. El exceso de control interno de los partidos que apenas permite el disenso en sus filas genera desde hace ya algún tiempo y en crecimiento desidia por parte del electorado que ve su participación muy limitada y en ocasiones innecesaria.

Los partidos están fuertemente representados por el líder y su estrecho círculo, la cara del cartel electoral unifica todas las tendencias en una sola persona, uniforma el pensamiento, se apropia de la doctrina y la moldea a su gusto, ligando a todos bajo un mismo individuo. Sin embargo en las listas que se imprimen en nuestros votos no sólo se encuentra el cabeza de lista sino que va seguido de una cantidad de nombres anónimos que pocos se preguntan quienes son, que defienden y que opinan. Éstos se legitiman y justifican gracias a nuestra aprobación a la hora de votar cuando realmente son grandes desconocidos para la inmensa mayoría. No se han visto obligados a tener que ganar su voto en la calle sino el favor de su partido, el trabajo más arduo de los políticos está de cara al partido no al ciudadano, su prioridad es el partido no el ciudadano, no han ido de casa en casa en busca del voto sino de despacho en despacho en busca del número. El partido realmente es el que da el escaño no el electorado, es éste el que fiscaliza al representante no el electorado.

No es de extrañar que los partidos estén y se vean tan influenciados por el líder del momento, que se haya dado un felipísmo o un aznarísmo; a uno le enseñan que los políticos se encuentran en cierta medida atados y limitados por su partido, el partido les sostiene de excesos personales ya que la persona se termina yendo mientras el partido se queda. Pero en España el exceso de liderazgo comienza a hacer frágiles a los partidos en su personalidad propia o en la credibilidad de sus principios y valores; su democracia interna es una quimera, la divergencia es inexistente, sus líderes cambian al partido y lo terminan personificando, no existen fuerzas internas que se mantengan lejos del alcance del cesarismo imperante manteniendo y salvaguardando la identidad propia al partido por encima de sus dirigentes.

En España el referéndum brilla por su ausencia a cualquier nivel, hay tan poco deseo de llamar a la participación ciudadana que no se da ni en lo local ni en lo nacional, aquí se vota cada año y medio, dos y date con un canto en los dientes. Y luego que si democracia avanzada o madura, que si un pueblo inteligente y mayor de edad, ¡¡paparruchas políticas!! Pero no seré yo quien salve al electorado de toda critica. Considero que la sociedad española se ve muy reflejada en su clase política, en España a diferencia de otros países no existe ninguna escuela elitista o universidad concreta por donde pasan la mayoría de las clases dirigentes, son gente muy de la calle, el mayor ejemplo de esto es que el presidente del Parlamento catalán era barrendero demostrándonos una vez más que no estamos gobernados por los mejor formados. El electorado español esta profundamente ideologizado y sesgado gracias a los partidos y los medios de comunicación que comparten cantidad de intereses. Existe una mayoría de votantes que vota partido, vota siglas, vota nombre; ni contenidos, ni propuestas, ni gestión, ni ideas, ni principios, ni trayectoria, ni autocrítica les motiva, vota partido bajo el axioma: “mejor de los míos que de los tuyos”, y esto los partidos lo saben, se encuentran muy cómodos y cuentan muy mucho con ello.

“…nada contribuye tanto a la credibilidad y a la consolidación de la democracia como el prestigio y la consolidación de los partidos. Y a la inversa, nada erosiona más la vida democrática como el desprestigio y la parálisis de los partidos y su incapacidad para ofrecer respuestas eficaces a las demandas de la ciudadanía.”

M. Duverger. “Los partidos políticos” 1951

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